Describir e inventariar la dulcería
venezolana es una tarea larga y titánica, es tal la variedad, y son tantas las
preparaciones que se han perdido en las sombras de la historia, que
comenzaremos con una clasificación que nos ayude a entender.
Iniciemos con los dulces en almíbar y
conservas, básicamente referidos a los platillos elaborados a partir de la
cocción de frutas maduras, o verdes, con mayor o menor cantidad de azúcar, papelón
y diversos líquidos aromatizados, en algunas ocasiones, con ramas de canela ó clavitos de olor, Pasemos
ahora a las Granjerías, inspiradas en su
mayoría por la fina dulcería hispana, las polvorosas, los suspiros, yemitas, cajitas
y turrones, encabezan este grupo, perfectos para la merienda o el antojo de
algo dulce, no se acostumbra servirlos como postre, a lo sumo acompañando el
café después de la comida, en tiempos pasados eran custodios indispensables
para el chocolate de la merienda.
Siguen en el azucarado menú Tortas y
biscochos: elaborados a partir de la combinación básica de harina, huevos y
azúcar, pueden llevar o no el añadido de grasa. El desfile lo cierran los
Dulces fríos.
No podemos dejar de comentar un detalle
interesante, el uso del chocolate como ingrediente en la dulcería se observa a
partir del gobierno de Antonio Guzmán Blanco,
el Ilustre Americano en su deseo de afrancesar las costumbres del país,
tanto que se llegó a decir que Caracas era el “Pequeño París”, incorpora a las
cocinas del poder chefs venidos de Francia y las islas francesas del Caribe,
trayendo consigo platos como el mousse, y desarrollando, por ejemplo, el famoso
negro en camisa: un budín de chocolate servido con crema inglesa.
Parte
de mi texto publicado en la Revista Bienmesabe del mes de mayo de 2013
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