jueves, 20 de marzo de 2014

El huerto de Caracas

La neblina del tiempo ha caído ya sobre los recuerdos de aquellos días en que, frescos y olorosos, llegaban, cada madrugada,  al Mercado Principal de San Jacinto los frutos de la tierra. Los insolentes y fríos empaques de los supermercados nos han alejado de esa relación íntima y ancestral con el productor vendedor, volver al mercadito, al mercado libre o directamente al sembradío, otorga una posibilidad invalorable de redescubrir nuestra vinculación con la tierra.
El Jarillo y La Colonia Tovar, nombres que nos hablan de climas frescos, alejados del ruido de Caracas, estando situados en el, cada vez más estrecho, cinturón  verde la de ciudad capital, se han mantenido por años sin término como productores importantes de insumos que llegan a nuestras mesas de cada día.
Decenas de pequeños productores, la mayoría de ellos descendientes de otros hombres y mujeres que dedicaron su vida a la agricultura, labran la tierra donde cosecharán hortalizas y frutas que consumimos sin imaginarnos la historia que tras esa fresca lechuga, por ejemplo, existe.
 Parte de mi texto publicado en la Revista Bienmesabe del mes de junio de 2013

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