Los 11 miembros de la familia de Andreas
Breindembach que formaban parte de la segunda emigración de alemanes llegarían,
en 1851, a La Colonia Tovar, en este grupo
de 90 hombres y mujeres nos interesan, especialmente, dos de los hijos del
patriarca Breindembach: Emil y Gregor , “venezolanizados” como Emilio y
Gregorio.
Transcurridos casi 40 años, este par de
hermanos deciden abandonar el pueblo que los vio crecer, sangre de migrantes
tenían sin duda, y radicarse a unos pocos kilómetros, en el actual estado
Miranda.
Ahora llamamos a la zona Altos
Mirandinos, y al poblado que se conformó en torno al asentamiento de los
Breindembach: El Jarillo, nombre que se
deriva de una planta existente en la zona que curiosamente tiene un parecido
con el árbol del durazno.
Se dedicarán, aprovechando la fertilidad
del suelo y el clima fresco, a las labores agrícolas, las primeras plantaciones
fueron para el cultivo propio y de aquellos que se aventuraban a transitar por
la región.
Aplicando el mismo método que sus
vecinos “colonieros”, para el tratamiento de este árbol frutal, que requiere de
las cuatro estaciones que nuestro trópico no tiene, lograron el rápido
crecimiento del cultivo del durazno que es responsable del progreso económico
de la mayoría de los pobladores de la región.
Si bien el turismo de aventura, como los
vuelos en parapente, se ha desarrollado en la zona, este poblado tiene en la agricultura
su principal actividad de sustento: duraznos, fresas, moras, frambuesas,
melocotones, zanahorias y manzanas son sólo algunos de los frutos y vegetales
que se siembran en el fértil suelo de la localidad, y que en su mayoría son
trasladado a los mercados populares de Caracas para su venta. Sin ir muy lejos
en el Mercado Municipal de Chacao encontramos muchos de los productos,
incluidas frutas de las llamadas “exóticas” que hacen las delicias de expertos
y curiosos.
Parte de mi
texto publicado en la Revista Bienmesabe del mes de febrero de 2013
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